27 diciembre 2005

Iván

Sonia - “Lo nuestro ya no es como antes

Iván lo está pasando realmente mal. Su chica le está despachando a gusto, remarcándole todas las cosas que no la gustan de él. Sólo llevan 6 meses saliendo, pero en ese tiempo a Iván le ha dado tiempo a hacer de todo, y a Sonia la tiene un poco harta su egoísmo, le quiere pendiente de ella las 24 horas del día. Iván es un chico que le gusta sentirse libre y ella le agobia diariamente, realmente no la quiere hacer daño pero a la hora de la verdad es que le da igual. El mal trago que está pasando se debe a que intenta no quedar mal y no empezar a reírse en la cara de su chica, porque la retahíla de tópicos es digna de ser emitida por todas las televisiones. Al oír la última frase le vienen unas ganas irrefrenables de descojonarse, y tiene que taparse la cara con las manos haciendo como que está a punto de llorar. Cuando se lo cuente a sus amigos van a tener risas para un rato.

Iván conoció a Sonia en verano, en la piscina municipal. Él iba con sus amigos y ella con las suyas, y coincidieron en la misma zona de césped. Quedaron todos con todas para salir a tomar algo esa noche y de ahí surgieron varias parejas. Lo que Sonia nunca ha sabido es que Iván tenía otra chica, que estaba en el pueblo esa semana. Sonia tampoco sabe que tiene unos cuantos cuernos puestos. A Iván le da exactamente lo mismo que a él le pongan los cuernos, no cree que a las personas se las pueda poseer y piensa que cada uno es libre de hacer lo que quiera. No obstante se esfuerza por parecer una persona igual que las demás y que dé la impresión que esas cosas que a todo el mundo le importan a él también le afectan. A Iván lo único que le preocupa es no tener un plan para el fin de semana.

Sonia le ha soltado la bronca para ver si él es capaz de cambiar por ella y ser más disciplinado. Lo que no se imaginaba es que se iba a quedar sin chico a raíz de eso. Iván tiene mucha mano izquierda y pone cara de apenado, y dice que ella tiene razón en todo y que lo siente, pero que piensa que las cosas no pueden cambiar, que son personas muy diferentes y que nunca va a funcionar. Iván también se conoce unos cuantos tópicos y los suelta de forma muy acertada, y es que no es la primera vez que pasa por una situación así. Sonia quedará con una amiga para pasarse horas recordando una vez más qué malos son los chicos, que sin hombres se vive muy bien y que nunca más le hará caso a ninguno. Sonia tampoco es la primera vez que pasa por esta situación.

En cuanto Iván pierde de vista a su nueva ex le entran unas ganas enormes de salir de fiesta. Llama a los compañeros del taller para ver que van a hacer y el panorama no puede ser mejor, han pillado unas rulas y se van a ver a un DJ nuevo, un tal Anguix. La verdad es que lo del DJ es una excusa, la idea es ponerse hasta las trancas, y mañana dios dirá. Va a casa de uno de ellos a tomarse unas cervezas antes de salir, y ya de paso le cuenta su experiencia vespertina y se pasan unas risas. Tampoco es la primera vez que tienen una charla de este tipo, se conocen desde hace mucho y siempre se cuentan sus batallitas con las chicas. La primera vez que Iván fue tan insensible fue con una tal Estela, la recuerda como una chica bastante fácil y superficial, así que no le costó nada enterrar cualquier sentimiento e ir a lo que hay que ir.

Terminan de llegar los colegas a casa del Nano, todos comentan que hay un lío que te cagas en la calle de al lado, con una ambulancia y la policía prohibiendo el paso. Alguna movida, piensan, y no le dan más importancia. Cuando están todos se cogen el coche de Iván y se dirigen a un polígono industrial, allí está la discoteca donde pagan la entrada y empiezan a codearse con muchos otros chavales con miradas agresivas, ropa ajustada y bastante alterados, eso sin hacer mención de los cortes de pelo, por lo general bastante corto, y a alguno le gusta que su cabeza parezca un cenicero. Todo da igual, la música está muy bien y los ácidos están haciendo su efecto, en estos momentos a ninguno le importa lo más mínimo algo que no sean sus sentidos.

No habían contado con que Iván se apuntaría esa noche, así que se quedan pronto sin material. Buscan por la discoteca y fichan a unos tíos que tienen toda la pinta de pasar tema, más que nada porque van muy serios y tienen pinta de estar siempre de movidas. La verdad es que no pasan, pero no dudan en pegarles el palo por unas tostis que les sobran. Iván y sus colegas se quedan un poco quemados pero qué le van a hacer, necesitan imperiosamente que la fiesta continúe y aceptan lo que les digan. Las luces siguen parpadeando y la sesión que se están marcando llega a su punto más álgido. El Nano tiene un subidón excesivo.

Dentro de la política habitual de la discoteca se encuentra una cláusula que dice que no se pueden servir copas que no sean de garrafón. Los clientes se lo imaginan pero nadie dice nada, total, si con lo que se meten al cuerpo que más les da la calidad del alcohol. Hay una botella de JB especialmente mala, se ha abierto hace 30 minutos, justo cuando el Nano iba a recargar. Nadie sabe, y mucho menos el Nano, que la comida que le trajeron a casa para cenar ayer estaba en un estado que no habría pasado ni los controles de sanidad de Somalia. La combinación de la cena, los ajos y la copa se podría utilizar para matar elefantes. Ese subidón que tan buena pinta tenía se convierte rápidamente en una rápida carrera a la calle para caer desmayado poco después.

Iván y los dos que quedan estaban exaltados y emocionados bailando, pero después de esto también están cabreados y muy violentos. La razón está clara, la culpa es de la pastilla que le han pillado a los malos esos. Ni cortos ni perezosos van a sacarlos a la calle para arreglar cuentas y se lía una buena. Pedro no tiene reparos en acercarse a su coche a por su bate reglamentario y mucho menos para romperle 4 costillas a Iván, atacando por la espalda, claro. A Iván se le empieza a encharcar un pulmón con sangre y la situación es bastante desagradable para todos, el bate de Pedro tiene una larga vida, pero nunca lo había usado contra alguien que él piensa que no es inferior. El caso es que al desasosiego que le entra se le une que oye a unos chavales llamando al 112.

Pedro ya ha pasado alguna vez por comisaría. Ha cumplido algún que otro arresto y está más que fichado. Siempre ha tenido suerte y le ha tocado algún policía que es casi tan nazi como él, así que ha salido sin problemas. Esta vez es diferente, su maltratada cabeza se da cuenta de que se puede meter en una buena. Sabe, aunque nunca le ha importado, que en sus amigos no se puede confiar, al igual que ellos tampoco pueden confiar en él. En un momento dado cualquiera de ellos vendería a su madre. Si se les ocurre cantar ante la policía jura que buscará venganza. Dado que la mente de Pedro funciona básicamente con imágenes no es de extrañar que al pensar en la palabra “venganza” recuerde fotogramas de la película Kill Bill. Cuando se quiere dar cuenta ninguno de sus amigos está a la vista, y sale corriendo a su coche para huir a toda velocidad. Por el camino tendrá un incidente que le obligará a pegar un volantazo y acabará estrellándose contra una columna de un puente tras dar una vuelta de campana. Entrará en la cárcel en camilla y para cuando salga su cabeza pensará de una forma completamente diferente, y tendrá el pelo más largo.

En el hospital no están acostumbrados a tener a tantos chicos jóvenes, este fin de semana está siendo espectacular. Iván no sabe que una de sus ex novias está en su mismo pasillo, junto con un chaval que se mueve muy poco. Una inmensa emoción le invade cuando ve entrar a Sonia por la puerta. Viene con unos bombones a hacerle una visita. En el estado emocional de Iván esta visita es un mazazo, le ha llegado al alma, y esta vez se le saltan las lágrimas, y no de risa precisamente. No ha sido como Sonia hubiese deseado, pero ha conseguido lo que quería, Iván se convertirá en su perrito faldero, y tan feliz.

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