16 enero 2006

Cambio de tema

Otra vez lunes. Después de la semana temática de autocomplacencia y relaciones de pareja habrá que tomar los antiguos derroteros. Más que nada porque después de una semana de posts deprimentes el destino decició castigarme haciéndome caer enfermo, y me he pasado el fin de semana en casita comiendo naranjas y bebiendo miel, que es lo mismo que meterse frenadoles pero más sano y natural. Después de 2 años sin ponerme malo, y teniendo en cuenta que en los últimos 6 años sólo me he acatarrado 2 veces, de fijo que el destino tiene la culpa, yo no me pongo malo así como así. Ya ni recuerdo lo que es la gripe, me inmunicé hace mucho tiempo.

Esta semana va a ser graciosa. La tarta nupcial corre prisa y no hay mucho tiempo. Para mañana tengo que entregar otro pastel en la universidad y el viernes tengo que ir a instalar mi tarta de fin de carrera, la cual evidentemente está por hornear. Vamos, que no me voy a aburrir.

Este fin de semana he estado acordándome de las partidas de rol que jugaba cuando era más joven. Sí, lo reconozco, yo jugaba al rol, y también hacía botellón. No llegué a comprarme aquella camiseta que decía "Juego al rol y sé donde vives" pero sí que le echamos unas cuantas tardes. Entre nuestros juegos favoritos estaba el Aquelarre (producto nacional, basado en el medievo), el Cyberpunk (futurista en plan Blade Runner, por decir algo) y, como no, el rey del frikismo, El señor de los anillos. Había partidas que eran exactamente iguales a aquellos éxitos de recreativa de los 90, como por ejemplo Final Fight. Es decir, que la aventura se basaba en ir matando malos uno tras otro hasta llegar al malo final, que pegaba mucho, y que escondía un gran tesoro. Pero había otras partidas mogollón de curradas, con historias paralelas y con la indecisión de no saber que hacer, esas eran las más divertidas.

Gracias al primer tipo de partidas, las de avanzar pegando, desarrollamos en conjunto una habilidad: el sadismo. Dado que la aventura no daba que pensar, y que somos parecidos a los tiburones, ellos mueren si dejan de nadar, pues nosotros igual pero de pensar, pues nos esprimíamos la maceta para hacer más divertido el asunto. Así, recuerdo con añoranza aquella aventura en la que cinco cojos (uno de ellos puta y marroquí, en tiempos de inquisición no estaba bien vista) llegaron a Oviedo arrasando por el camino cuántas posadas y familias encontraron, sin venir a cuento, claro. Yo entiendo que haya chavales que se les vaya la pinza y se crean que la vida real también es un juego, teniendo en cuenta que hay gente que denomina a Bisbal o Chayanne "artistas", pues que quereis que os diga, una cosa lleva a la otra. Son distorsiones de la realidad parecidas. Ni la vida es un juego de rol ni Bustamante es un artista. Las cosas como son.

En el juego Cyberpunk también tengo recuerdos que consiguen arrancarme una sonrisa. Uno de nosotros tenía un personaje que debía de ser como el Chuache en las películas, enorme e inmortal. Se comía granadas de mano a bocajarro y recibía leves arañazos en una mano. Rememorando los años 20 llevaba bajo la gabardina escondida su arma. En vez de ser una Thompson era un AK-47, alias Kalashnikov, la herramienta de matar más perfecta después del F-18 y el Fary. Su forma de uso no difería, siempre era igual, daba igual que nos asaltase una banda organizada que un raterillo de callejón. "Descargo el cargador", "Pero Miguel...", "Nada, lo descargo". Ninguna carnicería podía hacernos frente.

Intentaré hacer memoria y recordar más aventuras. Tengan a bien recibir un cordial saludo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esos juegos de rol sí que son instructivos, yo aprendí a montar un negocio: gané un buen jornal matando gente y vendiendo después sus órganos (los que quedaban en buen estado).
Claro está que un juego de estos no hay que confundirlo con la realidad, es muy difícil conservar la mercancía hasta encontrar compradores ;P

TEN CUIDADO: JUEGO AL ROL Y SÉ DONDE VIVES