12 febrero 2006

Sobre el uso de video-juegos

Llevo jugando videojuegos prácticamente 20 años, casi el mismo tiempo que llevo teniendo memoria. Con añoranza recuerdo aquellos primeros videojuegos que tenían tan pocos colores que hasta un hombre podía enumerarlos, eran sencillos en su planteamiento pero complicadísimos en su manejo. Más tarde llegaron los pecés y el número de colores que aportaban los videojuegos creció hasta que ya no pude diferenciarlos. La temática se disparó, los había deportivos, futuristas, agresivos, pacíficos, bélicos, habilidosos, mágicos, odiosos... Recuerdo con cariño la primera vez en mi vida que desee tirar la videoconsola por la ventana, yo tenía 12 años y ante mí se reía Mario muriendo una y otra vez en el mundo especial de Super Mario World. A lo largo de los años ese deseo de arrojar objetos por la ventana se ha repetido, gracias a dios, en pocas ocasiones.

El caso es que hay videojuegos que te marcan. No lo digo por su calidad ni por sus espectaculares gráficos. No hablo de los Media-Vida ni de los Grandes Ladrones de Autos. Ni mucho menos me refiero a esas vidas paralelas que puedes tener en La Red manejando un muñeco que habla y mata a otros. No. Hay juegos que te han acompañado toda la vida, que han crecido junto a tí, que te han aportado muchas horas de alegrías y de penas, muchos días de emociones mentales y semanas en las que le das al coco más que para todos los exámenes de un cuatrimestre. Hay un juego por encima de todos: Civilization.

Empecé con la primera versión en el colegio. "Tengo un juego que manejas a personas que hacen ciudades, catapultas y les dices que descubran la rueda" recuerdo que me dijo un amigo. "¿Cuantos discos son?" pregunté yo, sin saber que a partir de ese día mi vida cambiaría. Con 13 años el tema de manejar una civilización y resolver a partes iguales temas sociales, culturales y diplomáticos resultaba bastante complicado, así que no fue hasta los 15 años cuando empecé a dominar el juego. En esas fechas se anunciaba la segunda parte de la saga, con la cual recuerdo que pasé bastante más tiempo que con la primera.

Hace pocos años enganché de golpe la tercera parte con sus expansiones. Ahora sí, ahora había fronteras y las relaciones diplomáticas daban mucho más juego. Habían mejorado la investigación científica y el número de unidades militares y edificios a construir se había multiplicado. Hasta provocabas cataclismos nucleares cuando habías lanzado unas cuantas docenas de bombas atómicas. El juego rozaba la perfección, exceptuando algunos "chinadones" y "tongos" varios por parte de la máquina, no se le podía pedir más. Iluso de mí. He descubierto Civilization IV, donde a las mejoras habituales de contrucciones y unidades se les ha unido lo último que faltaba: la religión.

La primera partida jugada se ha caracterizado por lo siguiente: ser alemán, adoptar el fascismo como forma de gobierno y el hinduismo como religión y llenar de panzers las ciudades romanas, españolas y árabes, que a su vez son budistas. Para la próxima partida no descarto ser Napoleón, convertirme al confucionismo y arrasar todas las civilizaciones cristianas. Aunque no descarto encarnar a Gengis Khan (Temujin para los colegas), hacerme budista y pacifista, llenar de bibliotecas y parques mis ciudades y esperar con los brazos abiertos a que vengan mis enemigos a arrasar mis ciudades, guardándome claro está unas cuantas docenas de bombas nucleares para tirárselas encima cuando me quiten una ciudad. ¿Se le puede pedir más variedad a un videojuego?

No hay comentarios: