A mis 28 primaveras no dejo de sorprenderme a mí mismo. Es en esas situaciones límite, cuando tienes que tomar rápidas decisiones sin pararte a valorar moralmente el alcance de las mismas, cuando se dan las circunstancias idóneas para que los demás, y tú mismo, se enteren de cómo eres realmente.
El sábado pasado, sin ir más lejos, tiré de ventana deslizante y concreté una cita para las ocho de la tarde siendo las siete y cuarto. Cuarenta y cinco minutos tenía para prepararme y llegar al lugar en cuestión. Cuarenta y cinco minutos para una nueva función circense. Cuarenta y cinco minutos y la casa sin hacer y Yorchus con barba de seis días.
Así que tuve que elegir rápidamente, no había tiempo para valorar cada una de las decisiones... Barrí, fregué y sin afeitar me presenté.
25 marzo 2008
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